top of page

¿Por qué engordamos?

  • Profesor Carlos Alberto Núñez
  • 31 may 2016
  • 5 Min. de lectura

¿Por qué engordamos?

Situación actual.

La Obesidad es una pandemia mundial. Crece sin parar, sin hacer distinciones de clases sociales, situación económica, ideología política, creencias religiosas, raza, sexo, o de cualquier otra forma de diferenciar a los seres humanos. Pero lo más dramático es que ahora tampoco hace distinción de grupos etáreos; ataca con igual fiereza a niños y jóvenes de todo el planeta, condenándolos a padecer las “incomodidades” de la obesidad por el resto de sus días, estigmatizándolos social y definitivamente y haciéndolos potenciales portadores de alguna o de todas las patologías asociadas a la obesidad, no producidas por ella, que condicionarán su presencia en este mundo, a saber, diabetes, hipertensión, dislipidemias, etc. Y peor aún, obligándolos a convivir diariamente con una sentencia de muerte firmada en blanco, sin fecha cierta, pero certificada y rubricada por todos sus seres queridos, pero fundamentalmente en cada visita al Médico, que dice que dichas patologías desembocarán tarde o temprano en sus parientes más trágicos, el infarto de miocardio y/o el accidente cerebro vascular.

Un poco de historia.

En Biología (que significa estudio de la Vida) no se conoce ninguna forma de vida, vegetal o animal, que no provenga, indefectiblemente de los progenitores, es decir, en términos humanos, de Papá y Mamá. El espermatozoide y el óvulo que dieron origen a cada uno de nosotros estaban vivos, como así también los que dieron origen a nuestros padres, y así podríamos seguir nuestro árbol genealógico hacia atrás, y llegaríamos a la conclusión que nuestro origen como Materia Viva, se remonta a 3.500.000.000 (tres mil quinientos millones) de años atrás. Eso significa que nuestros genes han sufrido infinitos cambios del medio ambiente, a los cuales se han tenido que adaptar indefectiblemente para seguir vivos. Las especies cuyos genes no se adaptaron a los cambios desaparecieron. Prueba de ello es que se calcula que existieron 2.000.000.000 (dos mil millones) de especies sobre la faz de la Tierra, y hoy se calcula que existen sólo 2.000.000 (dos millones) de especies. Sí hacemos una sencilla cuenta de restar, comprobaremos que aproximadamente 1.998.000.000 (un mil novecientos noventa y ocho millones) de especies, así como surgieron a la vida, luego desaparecieron por no adaptarse a los cambios. Nosotros pertenecemos al grupo de los Homínidos, que aparecieron hace aproximadamente 5.000.000 (cinco millones) de años. La única especie viviente de los Homínidos somos los Homo Sapiens, todas las demás se extinguieron. Si bien el Homo Sapiens es un Homínido, no todos los Homínidos fueron Humanos. Durante los últimos 2.000.000 (dos millones) de años, nuestros ancestros debieron luchar por su supervivencia en un ámbito totalmente hostil, en el cual debían realizar obligatoriamente actividad física todos los días, para procurarse la comida, pero también para no ser alimento de otras especies, que competían en el mismo entorno. Pero además, tenían que luchar con otros miembros del grupo, para reproducirse y perpetuar la especie, en condiciones cuasi salvajes. Esto desarrolló un patrón de subsistencia cazador recolector, que se vio moderado parcialmente en los últimos 10.000 (diez mil) años por la aparición de la agricultura, lo que permitió a nuestros antepasados, comenzar lentamente a realizar una vida más sedentaria, pero ni remotamente similar a nuestro estilo de vida actual, en el cual, en las sociedades industrializadas más modernas, un ser humano puede sobrevivir sin hacer ninguna actividad física en toda su vida. Por lo que podemos afirmar que existe un defasaje entre nuestro diseño genético y nuestro estilo de vida actual; a este defasaje se lo llama defasaje genético - cultural. Es decir, estamos diseñados “genéticamente” para una forma de sobrevivir, en la cual hacer actividad física era indispensable, pero sólo en el último 5 % (cinco por ciento) del tiempo vivido como especie, sobrevivimos de otra forma “cultural” totalmente dañina para nuestra genética.

Miremos a nuestro alrededor.

Desde chico tuve vinculación con la vida en el campo, ya que mis 2 progenitores nacieron y se criaron en Tres Arroyos, un pueblo de la Provincia de Buenos Aires dedicado casi exclusivamente a la actividad agrícola-ganadera. La gente que vivía en el campo, obligada a realizar actividad física para alimentarse o para calefaccionarse, sí no moría joven por alguna enfermedad aguda o por algún accidente trágico, generalmente vivía saludablemente muchos años, a pesar de una dieta rica en carnes y grasas saturadas, que incluía achuras y embutidos de todo tipo, y hasta la famosa torta de chicharrones, hecha con grumos de grasa derretida. ¿Qué hacía está gente “sabia” cuando quería engordar un animal? Lo encerraba en los corrales durante cierto tiempo, para que no se muevan. Actualmente nuestros campos se están poblando de criaderos de ganado vacuno, en los cuales se les limita el espacio para evitar que caminen mucho y así engorden más rápidamente. Hoy en día, en nuestras ciudades, pululan animales callejeros que a pesar de comer todo el día nuestra basura, mantienen una figura “atlética”. Sin embargo nuestros animales domésticos, de las mismas especies, aún racionándoles el alimento balanceado, engordan sin parar, en patios o departamentos que limitan sus movimientos naturales. Ya no tienen que gastar calorías ni para la regulación de su temperatura, cosa que sí tienen que hacer los callejeros, porque les ponemos mantas tejidas a mano y duermen con nosotros calefaccionados. Si miramos el ámbito deportivo profesional, los deportistas adquieren hábitos alimenticios, buenos o malos, abundantes o escasos, que mientras se mantienen en actividad, raramente les provocan consecuencias a su salud. Los problemas afloran cuando abandonan la actividad, y mantienen dichos hábitos de consumo. Lo mismo ocurre con la gente que desarrolla oficios que la obligan al esfuerzo físico cotidiano, es decir, albañiles, pintores, torneros, mecánicos, gasistas, plomeros, que si bien pueden desarrollar algún grado leve de obesidad, rara vez presentan patologías asociadas, mientras mantienen su actividad física regular.

¿Por qué engordamos?

Estoy convencido, por numerosa bibliografía respaldatoria, parte de la cuál he volcado en estas líneas, pero también por mi experiencia de 25 años de profesión, que el principal factor causal de todos los factores de riesgo, incluida obviamente la obesidad, tiene que ver más con nuestro nivel de aptitud física, y fundamentalmente con nuestro porcentaje de tejido muscular activo, que con cualquier otra causa, siempre y cuando no exista otro tipo de patología preexistente. Si bien la obesidad suele presentarse muchas veces junto a otros factores de riesgo (hiperlipidemias, hipertensión arterial, diabetes, etc.), creemos que de ninguna manera puede considerarse como su factor desencadenante, y por lo tanto su sola presencia no es condición suficiente para decir que una persona está enferma. De hecho hay obesos ``sanos`` que no presentan ningún factor de riesgo asociado, y hay delgados que podemos considerar ``enfermos`` ya que presentan dichos factores de riesgo de forma asintomática. A estos últimos se los está empezando a denominar, los “flacos obesos”. Asimismo, creemos que una gran cantidad de pacientes que hoy son considerados ``de riesgo``, dejarían de estarlo, simplemente, sí iniciaran un plan sistemático y progresivo de actividad física, sólo 2 veces por semana.


 
 
 

Comentarios


Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page